¿Quieres darle otro aspecto a las paredes de tu casa? Aunque hay quien prefiere la comodidad de encargar la tarea a profesionales, si existe la posibilidad de pintarla uno mismo, la experiencia puede ser de lo más gratificante.

Antes de nada, vamos a ver algunos utensilios que facilitarán la tarea y una serie de cuidados para conservarlos en las mejores condiciones.

Además de las brochas, hay almohadillas de distintos tamaños y formas: no son caras y normalmente se venden en juegos. Para aplicar pintura sobre paredes, el tamaño más popular es el de 200 mm. Para superficies como radiadores o tubos, existe la posibilidad de emplear unas más pequeñas o pinceles.

Cuando se impregne la almohadilla de pintura, debe colocarse recta sobre la bandeja y aplicar la misma presión para que se distribuya de modo uniforme. Si la pintura tiene una base de aceite, es recomendable que el acabado se haga en dirección vertical, para evitar que queden marcas cuando se seque.

Para limpiar las almohadillas, de mohair o bandas de espuma, en primer lugar hay que eliminar el exceso de pintura sobre tela o papel de periódico. Si la base es de agua, basta con agua tibia y jabón. Si es de aceite, habrá que usar alcohol blanco en vez de agua y después usar agua caliente y detergente.

Con los pinceles ocurre algo similar: con pintura al óleo, habrá que utilizar un disolvente en un recipiente y sumergir el pincel varias veces. Aquellas con base de agua, se limpian igual que las almohadillas: agua tibia y un poco de jabón. Es importante dejarlas secar sobre un trozo de tela, ya que colocarlas cerca de un radiador podría dañar las cerdas.

No olvides que cepillos, rodillos y pinceles se estropean si no se lavan bien después del uso: si quieres mantener tus herramientas en buen estado y preservar las características originales, debes limpiarlas profundamente.